El mundo gira
las personas
caminan la ciudad
y hoy Almudena
Grandes ya no está.
Es la partida de
una matriarca
de una isla bajo la
lava de su volcán
es un árbol
legendario que se parte por la mitad
un mujer de letras
con mayúsculas
una sonrisa
horizontal en la cocina.
Madrid se extendía
hacia Almudena
antes y después de
la guerra
como una
lengua de cosas por contar.
Y sobre los
escombros
hubo un pueblo, una
España
que perdió la
dulzura
que no pudo escapar
al dolor,
a la ignominia,
al silencio,
y Almudena lo relató
nos recordó como
fuimos.
Yo la vi subirse al
carro
y hacernos creer a
otras mujeres
como era estar en
pie
no enterrar la
memoria,
ni la cultura
ni la alegría
ni el tiempo para
la amistad.
Almudena era una mujer y era una antorcha
era la generosidad.
¡Parecía tan
fuerte!
¡No podíamos creer
que caería!
Pero a veces,
sin saber cómo,
un cuchillo sale de
entre los papeles
y amenaza la
historia central
y te cambia el
relato
y te deja sin pluma
y te impone un final único.
Entonces
irrevisiblemente
la vida
atraviesa el papel
en blanco.