Alto y ceremonioso
el sexo más aparte estaba en ese hogar.
Los fallos iban impresos entre líneas.
A todas nos han violentado la garganta
mientras perseguíamos amaneceres
fuimos niñas pero nos consumieron.
Regurgitando un pesebre
heredamos la tristeza de los dientes apretados
y el fuego de la zarzamora.
Hasta ayer
nuestras viudas usaban pañuelo negro.
Hizo falta tiempo para descubrir
que arrasaríamos con nuestras propias campañas
diferenciando también,
de la piedra con que nos tropezamos
el tamaño.